En la cárcel de Rawson se encontraban alojados más de cien presos políticos, entre ellos los principales líderes del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo), FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias) y Montoneros, los dos últimos de tendencia política peronista.
Los detenidos contaban con el apoyo de los vecinos del lugar; tal es así, que los familiares de los presos -que venían de distintos puntos del país- se alojaban en las casas de los lugareños, como también les hacían llegar comida o lo que necesitaran los internos.
Entre los detenidos se encontraban Mario Roberto Santucho, Enrique Gorriarán Merlo, Fernando Vaca Narvaja, entre otros, quienes hacían actividades muy particulares, y seguían estudiando y leyendo para estar al tanto de la situación del país y continuar así la lucha revolucionaria una vez fuera del penal. También pensaban en cómo lograr fugarse, y fue así que por primera vez las tres organizaciones revolucionarias trabajaron en conjunto para poder concretarlo. Sin bien surgieron varias ideas de cómo realizar dicha fuga, optaron por tomar el penal desde adentro y, con apoyo externo, llegar hasta el Aeropuerto de Trelew para secuestrar un avión y viajar rumbo a Chile, país que en ese entonces era gobernado por Salvador Allende.
Tanto los hombres como las mujeres que se encontraban en el penal tenían una tarea específica a cumplir para que se pudiera llevar a cabo la fuga, lo mismo los compañeros que iban a prestar ayuda desde el exterior.
Uno de los presos más conocidos, Agustín Tosco –uno de los líderes del Cordobazo- decide no participar de la fuga, ya que interpretaba que su situación era muy diferente al resto de los presos políticos.
La fuga se realiza el 15 de Agosto, pero surgen algunos problemas como la muerte de un guardiacárcel, quien llegaba para hacer el cambio de turno en el momento que se estaba realizando la fuga. El otro inconveniente fue una confusión con las señales que debían hacerse entre los de adentro y los de afuera. Uno de los compañeros que se encontraba con los camiones que llevaría a los internos hacia el Aeropuerto de Trelew interpreto mal la señal desde el Penal, creyó que era para abortar el plan, y se retiró, con lo cual quedó solamente un automóvil para trasladar a los que se fugaran, decidiéndose en ese momento que lo hicieran los líderes de las tres organizaciones. El resto, mientras tanto, se quedaría intentando conseguir unos taxis.
Este grupo de 19 personas se trasladó en tres autos hacia el Aeropuerto de Trelew, pero con las demoras producidas en el camino no llegaron a tiempo antes del despegue, por lo que se vieron obligados a tomar el Aeropuerto.
De inmediato las fuerzas represivas se enteran de la noticia y acuden hacia el lugar, bajo las órdenes del capitán de corbeta Luis Emilio Sosa.
Hubo un segundo intento por tomar otro avión, pero advertido por la Marina fue abortado. Al ver que los intentos de fuga habían fracasado, el grupo de 19 guerrilleros deciden entregarse con la condición de que se presentaran un juez y un médico para que sean testigos de su integridad física, además de medios de comunicación locales, quienes fueron utilizados por los guerrilleros para que todo el mundo se enterara de que ellos se encontraban bien físicamente y que se entregaban de manera pacífica.
Las negociaciones fueron entabladas por Mariano Pujadas, de Montoneros, y por el capitán Sosa. La intención de Pujadas, como la del resto de sus compañeros, era volver al Penal de Rawson, y eso fue lo que se acordó con Sosa. Sin embargo, se les tenía preparado otro destino: la Base Almirante Zar. La excusa era que el Penal no estaba en condiciones para alojarlos por lo sucedido en la fuga.
Una vez alojados en la Base, los 19 guerrilleros fueron maltratados diariamente. En la madrugada del 22 de agosto los 19 detenidos fueron despertados bruscamente y puestos en fila frente a la puerta de los calabozos, mirando hacia el piso, y fueron ametrallados a quemarropa por el capitán Sosa, el teniente Bravo y otros cómplices. La mayoría de los detenidos fue asesinada en el acto, y otros rematados mientras se encontraban heridos en el piso. Solamente hubo tres sobrevivientes, a quienes se los confundió con muertos, y fue gracias a ellos que hoy se conoce lo que realmente sucedió ese día, ya que la Marina declaró en ese momento, y hoy lo sigue queriendo justificar, que lo ocurrido el 22 de agosto de 1972 fue un tiroteo a raíz de un intento de fuga por parte de los detenidos. Los fusilados y rematados habían sido, para la versión militar, parte de las bajas por un enfrentamiento.
No conformes con la masacre, también reprimieron a familiares y compañeros que estaban velando a los fusilados en la noche del 22 de agosto.
En el 2007 se reabrió la causa por la “Masacre de Trelew” y esperamos que estos asesinos sean enjuiciados y puestos en cárceles comunes, para que no suceda lo mismo que en el caso de Héctor Febrés, “suicidado”, o el reciente caso del “Laucha” Corrés, que se fugó de su prisión para visitar a su madre.
Aunque el Che haya dicho: “a un revolucionario no se lo llora, se lo reemplaza”, eso no implica que no recordemos a estos valiosos compañeros cruelmente asesinados indefensos.
Hasta la victoria siempre