La revolución es un sueño eterno. Para hacer una revolución hay que estar enamorado. Enamorado de ese hombre nuevo al que vamos a buscar. No hay que escatimar en nada, no hay que poner peros, se revoluciona y listo. No hay que caer en mediocridades y en incertidumbres. ¿Miedo? Si , el miedo existe, paraliza, pero la revolución es más poderosa. Revolucionar no sólo es agarrar un arma y matar a tu enemigo, sino es hacer un cambio profundo. Cambiar de raíz y encontrar a ese hombre o mujer nuevos que tanta gente busca en ciudades como esta.
No puedo entender como jóvenes de 20 a 30 no buscan su propia revolución y andan enfermos y adormecidos por este sistema que todo te da en la boca y no deja que nuestra imaginación trascienda.
Compras, viajes, tarjetas de crédito, habladurías, todo contribuye a que reproduzcamos el sistema.. Todo contribuye a que sólo hagamos actividades que necesitan ir y abandonar si queremos, y eso lo llevamos a todo espacio de nuestra vida. Comenzamos algo y lo dejamos enseguida. Nada nos llena, nada nos completa, NADA NOS COMPLETA. Todo es efímero, la felicidad está volcada en una simple adquisición material y no espiritual. Por eso, la gente no es feliz, por eso no disfruta de las pequeñas cosas.
¿Y el amor? No existe. En estos tiempos el amor no existe. Muchos dicen que sí pero nadie lo demuestra. Nadie deja nada, nadie se juega por el otro. Todos juegan a lo seguro, cómodos y fáciles, mueven las piezas más fáciles de mover. Nadie busca su revolución, nadie quiere dejarse revolucionar por el amor.
Amor. Nadie entiende que esta palabra está sobre todo. Sobre cualquier cosa. Sobre el dinero, sobre los amigos, sobre la familia, sobre el trabajo, sobre el estudio. SOBRE TODO. Quizás sea muy romántico, pero les puedo asegurar que se puede vivir de amor, pero no se puede vivir sin él. El que a él lo tiene, tiene todo, es feliz, es millonario. Es el verdadero revolucionario del siglo XXI.
Tiene sus complicaciones, tiene sus chicanas, tiene sus debilidades, pero aquél que lo puede trabajar y entender, es distinto. Es feliz.
Comienza a disfrutar de las pequeñas cosas, de aquellas que no se venden en centros comerciales, en locales de marcas, que no están a la moda.
Es difícil de entender, pero la revolución siempre llama a tu puerta, el tren siempre pasa. Algunos se suben, otros no.
Ya no vendrá ninguno de los más grandes revolucionarios del siglo XX para darnos la razón, todos murieron en su propias creencias y todos trascendieron. Todos vencieron a la muerte por la simple razón de dejarse enamorar de las pequeñas cosas. Guevara, Chico Mendez, Emiliano Zapata, Gandhi, La Madre Teresa, Mather Luter King, y muchos otros que fueron insurgentes y no se dejaron vencer por este mundo que agobia.
Ven y lléna tu Zócalo de millones de personas, ven y toma tu Habana, ven y pelea por los sin tierras del Brasil, ven y pelea contra Inglaterra vestido simplemente con una sábana, ven y fírmale la guerra a tu propio país (capital del imperio mundial). Simplemente ven y realiza tu propia revolución interior y ciérrale la boca a todos diciendo “disculpen las molestias, esto es una revolución”.
Disculpen pero yo quiero amar, disculpen pero yo quiero enamorarme de las pequeñas cosas, disculpen pero yo no quiero usar ropa de marca, disculpen pero yo no quiero felicidad efímera, disculpen pero yo quiero mirar a los ojos y entender sin hablar. Disculpen pero yo quiero criar a mis hijos en libertad, disculpen pero yo quiero elegir a mi mujer por su corazón y no por su belleza exterior, disculpen pero yo no voy con ustedes, yo me quedo mirando a esa mariposa que vuela en medio del embotellamiento.
La revolución es un sueño eterno, me ayuda a caminar y mirar para adelante.
No puedo entender como jóvenes de 20 a 30 no buscan su propia revolución y andan enfermos y adormecidos por este sistema que todo te da en la boca y no deja que nuestra imaginación trascienda.
Compras, viajes, tarjetas de crédito, habladurías, todo contribuye a que reproduzcamos el sistema.. Todo contribuye a que sólo hagamos actividades que necesitan ir y abandonar si queremos, y eso lo llevamos a todo espacio de nuestra vida. Comenzamos algo y lo dejamos enseguida. Nada nos llena, nada nos completa, NADA NOS COMPLETA. Todo es efímero, la felicidad está volcada en una simple adquisición material y no espiritual. Por eso, la gente no es feliz, por eso no disfruta de las pequeñas cosas.
¿Y el amor? No existe. En estos tiempos el amor no existe. Muchos dicen que sí pero nadie lo demuestra. Nadie deja nada, nadie se juega por el otro. Todos juegan a lo seguro, cómodos y fáciles, mueven las piezas más fáciles de mover. Nadie busca su revolución, nadie quiere dejarse revolucionar por el amor.
Amor. Nadie entiende que esta palabra está sobre todo. Sobre cualquier cosa. Sobre el dinero, sobre los amigos, sobre la familia, sobre el trabajo, sobre el estudio. SOBRE TODO. Quizás sea muy romántico, pero les puedo asegurar que se puede vivir de amor, pero no se puede vivir sin él. El que a él lo tiene, tiene todo, es feliz, es millonario. Es el verdadero revolucionario del siglo XXI.
Tiene sus complicaciones, tiene sus chicanas, tiene sus debilidades, pero aquél que lo puede trabajar y entender, es distinto. Es feliz.
Comienza a disfrutar de las pequeñas cosas, de aquellas que no se venden en centros comerciales, en locales de marcas, que no están a la moda.
Es difícil de entender, pero la revolución siempre llama a tu puerta, el tren siempre pasa. Algunos se suben, otros no.
Ya no vendrá ninguno de los más grandes revolucionarios del siglo XX para darnos la razón, todos murieron en su propias creencias y todos trascendieron. Todos vencieron a la muerte por la simple razón de dejarse enamorar de las pequeñas cosas. Guevara, Chico Mendez, Emiliano Zapata, Gandhi, La Madre Teresa, Mather Luter King, y muchos otros que fueron insurgentes y no se dejaron vencer por este mundo que agobia.
Ven y lléna tu Zócalo de millones de personas, ven y toma tu Habana, ven y pelea por los sin tierras del Brasil, ven y pelea contra Inglaterra vestido simplemente con una sábana, ven y fírmale la guerra a tu propio país (capital del imperio mundial). Simplemente ven y realiza tu propia revolución interior y ciérrale la boca a todos diciendo “disculpen las molestias, esto es una revolución”.
Disculpen pero yo quiero amar, disculpen pero yo quiero enamorarme de las pequeñas cosas, disculpen pero yo no quiero usar ropa de marca, disculpen pero yo no quiero felicidad efímera, disculpen pero yo quiero mirar a los ojos y entender sin hablar. Disculpen pero yo quiero criar a mis hijos en libertad, disculpen pero yo quiero elegir a mi mujer por su corazón y no por su belleza exterior, disculpen pero yo no voy con ustedes, yo me quedo mirando a esa mariposa que vuela en medio del embotellamiento.
La revolución es un sueño eterno, me ayuda a caminar y mirar para adelante.
Christian Trotta
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