domingo, 5 de abril de 2009

Romero


Estoy atado, como pastor y por orden divina, a dar mi vida a los que amo…y ellos son los Salvadoreños, incluso aquellos que me asesinarán

El 3 de febrero de 1977, la Iglesia Católica en el Vaticano bajo el papado de Paulo VI, le concedió el titulo de Arzobispo de San Salvador, solo unas semanas antes de las elecciones presidenciales que trajeron al General Carlos Humberto Romero a la presidencia de la república. Sangre, tortura y persecuciones enmarcan los años que sirvió como Obispo de El Salvador.
En enero de 1979, Monseñor Romero se unió al resto de los obispos de Latinoamérica en Puebla, México para discutir el futuro de la Iglesia. Cuarenta Obispos latinoamericanos firmaron una carta de solidaridad, alabando su lealtad al Evangelio y a la Teología de la Liberación.
Esta Teología se basa en las palabras de Cristo: “Pónganse de pie y levanten la cabeza, porque esta por llegarles la liberación”; pretendiendo así, liberar a los pobres de la injusticia social, del hambre y la miseria.
Es por esto que Monseñor intervino en el conflicto social que estaba destruyendo a su país y a su gente. Dio noticias de las desapariciones de la población civil, de las torturas y matanzas cometidas por las Fuerzas Armadas.
El Obispo de la Liberación, luego de luchar por los derechos humanos de los pobres y los oprimidos por el gobierno, cae asesinado por un certero disparo al corazón el 24 de marzo de 1980, mientras celebraba una misa en la capilla del Hospital de la Divina Providencia en la capital salvadoreña.
Su muerte martirial sancionó para siempre su vida y lo ha convertido en una buena noticia para los hombres de nuestro mundo contemporáneo.

Mariano Nieva

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