Turquía –entre 1915 y 1923– asesinó a 1.500.000 armenios en el primer genocidio del siglo XX, que, aunque sea llamado el siglo de los genocidios no por eso deberá creerse que podría ser llamado también el siglo del fin de los genocidios.
El día 24 de abril ha sido declarado Día de acción por la tolerancia y el respeto entre los pueblos. Se eligió ese día en memoria del genocidio perpetrado por los Jóvenes Turcos contra el pueblo armenio. Fue el primer genocidio del llamado “siglo de los genocidios”, el veinte. Pero el genocidio armenio expresa una doble masacre: una en la realidad, otra en la memoria. Ha sido el genocidio olvidado. El genocidio que a nadie –salvo a ellos, que lo padecieron– le importa reivindicar, recordar (…) El genocidio armenio sirvió a Hitler para convencer a sus subalternos de la necesariedad de la “solución final” y de la ausencia de costos morales o políticos que tendría. Sólo les preguntó: “¿Acaso alguien recuerda hoy el genocidio armenio?”. Esta ausencia de memoria disparó la realización de la masacre de los judíos, de los gitanos y de cualquier disidente político en los lager del Reich. Luego el Holocausto cubrió –al concentrar en sí todo el horror– a ese viejo genocidio de casi principios de siglo, de sombras, fue aprovechado para hundirlo en el olvido por quienes saben que el olvido es la posibilidad de todo genocidio (…)
El día 24 de abril ha sido declarado Día de acción por la tolerancia y el respeto entre los pueblos. Se eligió ese día en memoria del genocidio perpetrado por los Jóvenes Turcos contra el pueblo armenio. Fue el primer genocidio del llamado “siglo de los genocidios”, el veinte. Pero el genocidio armenio expresa una doble masacre: una en la realidad, otra en la memoria. Ha sido el genocidio olvidado. El genocidio que a nadie –salvo a ellos, que lo padecieron– le importa reivindicar, recordar (…) El genocidio armenio sirvió a Hitler para convencer a sus subalternos de la necesariedad de la “solución final” y de la ausencia de costos morales o políticos que tendría. Sólo les preguntó: “¿Acaso alguien recuerda hoy el genocidio armenio?”. Esta ausencia de memoria disparó la realización de la masacre de los judíos, de los gitanos y de cualquier disidente político en los lager del Reich. Luego el Holocausto cubrió –al concentrar en sí todo el horror– a ese viejo genocidio de casi principios de siglo, de sombras, fue aprovechado para hundirlo en el olvido por quienes saben que el olvido es la posibilidad de todo genocidio (…)
José Pablo Feinmann (Página 12, 26 de abril de 2009)
Olvidar lo malo sucedido para seguir hacia delante puede ser un rasgo de salud, aconseja el ramplón sentido común. Tal vez sea verdad en los almanaques de las vidas particulares, pero no es el caso. Por lo pronto, como bien saben muchos argentinos, la búsqueda de verdad y justicia es imprescriptible. Por lo demás, hay bibliotecas enteras sobre el valor de la memoria para entender el presente y diseñar el futuro. “Nadie deja su mundo, adentrado por sus raíces, con el cuerpo vacío y seco”, escribió Paulo Freire en Pedagogía de la Esperanza. Hay seis millones de armenios en el mundo que comparten la misma expectativa de reparación, atormentados por el recuerdo del genocidio y la usurpación pero, a la vez, iluminados por la causa justa.
El 24 de abril para los armenios, como el 24 de marzo para los argentinos, no son efemérides protocolares, meros recuerdos de algo terrible que ya pasó. Nada de eso: cada aniversario es la ocasión elegida para renovar un compromiso de futuro, para refrescar metas, para asegurarse que la injusticia y la impunidad no se hagan costumbre y para que la integridad de las personas y las naciones sean respetadas como condición de vida para la especie humana. Por eso, estas fechas forman parte del calendario universal y aun con esa dimensión no pierden el imperativo recoleto, íntimo, de la conciencia individual. Repudiar al genocidio y evitar que se repita en cualquier lugar del planeta es una causa del bien común.
J. M. Pasquini Durán (Página 12, 24 de abril de 2005)
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